La cotizada de Nvidia se encuentra en un momento de extrema complejidad estratégica. Tres movimientos de gran envergadura, aparentemente contradictorios, están reconfigurando el panorama al que se enfrenta la compañía. Desde alianzas estratosféricas hasta riesgos regulatorios, los inversores observan cómo se desarrolla una partida crucial para el gigante de los semiconductores.

Una apuesta de 100.000 millones con OpenAI
El anuncio de una asociación estratégica entre Nvidia y OpenAI ha captado inmediatamente la atención de todo el mercado. La magnitud del proyecto es colosal, con inversiones previstas que podrían alcanzar los 100.000 millones de dólares. El objetivo no es menos ambicioso: construir una infraestructura de inteligencia artificial con una capacidad mínima de 10 gigavatios para alimentar la próxima generación de IA.
Según lo planeado, los primeros sistemas, basados en la futura plataforma Vera Rubin de Nvidia, comenzarán a operar en la segunda mitad de 2026. Esta infraestructura será la base para el entrenamiento y operación de los modelos de IA que buscan alcanzar la superinteligencia. No obstante, la escala descomunal de la iniciativa ya ha despertado el interés de los reguladores antimonopolio.
La inesperada inversión en Intel
En un movimiento que ha generado asombro, Nvidia ha realizado una inversión de 5.000 millones de dólares en su rival histórico, Intel. Por un precio de 23,28 dólares por acción, Nvidia se asegura una participación significativa en el fabricante de chips, que atraviesa dificultades. Sin embargo, la operación va mucho más allá de una simple inyección de capital.
El acuerdo incluye el desarrollo conjunto de productos personalizados para centros de datos y PC. Intel se encargaría de fabricar procesadores x86 específicos que Nvidia integraría en sus propias plataformas de IA. Esta cooperación, tan sorprendente, tiene el potencial de redistribuir por completo el poder dentro de la industria de los semiconductores.
La amenaza de los aranceles estadounidenses
Mientras tanto, en el frente regulatorio, se cierne una amenaza existencial. El gobierno de Estados Unidos está considerando la imposición de restricciones comerciales drásticas para los fabricantes de chips. La medida contemplada establecería una relación "1 a 1", obligando a las empresas a producir un chip en territorio estadounidense por cada uno que importen.
El incumplimiento de esta cuota conllevaría aranceles punitivos que podrían llegar hasta el 100%. Para Nvidia, cuya dependencia de socios de producción como Taiwan Semiconductor (TSMC) es muy alta, esto supondría una revolución total de su estructura de costes. La acción se enfrenta así a un escenario de riesgo completamente nuevo, cuyas consecuencias finales son aún difíciles de prever.
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