La cotización de Meta vive un momento de alta tensión entre los accionistas. A pesar de que el gigante de las redes sociales genera ingresos publicitarios extraordinarios, la estrategia de su consejero delegado, Mark Zuckerberg, genera escepticismo. Su obsesión por la inteligencia artificial conlleva desembolsos de tal magnitud que algunos se preguntan si la compañía está construyendo el futuro o cavando su propia tumba financiera.
La sombra regulatoria europea
Mientras lidia con sus desafíos internos, Meta se enfrenta a un panorama regulatorio cada vez más complejo en Europa. Las autoridades italianas de competencia han ampliado su investigación contra la tecnológica. El foco está puesto en la integración de herramientas de IA en WhatsApp sin el consentimiento expreso de los usuarios, así como en posibles prácticas que limitarían el acceso de chatbots rivales al mercado.
Este no es el único frente abierto. Las estrictas normativas de la Unión Europea sobre moderación de contenidos añaden más presión. La directora financiera, Susan Li, ya ha alertado de que este entorno regulatorio podría impactar negativamente en los ingresos europeos ya en el cuarto trimestre.
La factura astronómica de la inteligencia artificial
El compromiso de Zuckerberg con la IA tiene un precio descomunal. Las inversiones en infraestructura previstas para los próximos tres años en Estados Unidos alcanzan la cifra de 600.000 millones de dólares, destinándose la mayor parte a la construcción de centros de datos especializados.
La compañía ya ha revisado al alza su previsión de gastos de capital para 2025, que podría llegar hasta los 72.000 millones de dólares. Para 2026, la dirección ha señalado que las cifras serán aún superiores, lo que ha encendido las alarmas en Wall Street.
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El tercer trimestre demostró esta paradoja: Meta superó las expectativas de ingresos con un crecimiento del 26%, pero su acción cerró con pérdidas. El motivo de la nerviosidad es claro: el ritmo de crecimiento del gasto supera al de los ingresos. Los inversores temen por la rentabilidad futura, especialmente cuando se desconoce el horizonte temporal para que estas colosales inversiones en IA generen retornos tangibles.
Un giro estratégico en hardware
En un intento por controlar los costes desbocados, Meta estaría planeando un cambio significativo en su aproximación al hardware. Según informaciones del sector, la empresa mantiene conversaciones con Google para incorporar sus "Tensor Processing Units" (TPUs) en los centros de datos a partir de 2027.
Esta movida supondría un distanciamiento de su actual dependencia de los chips gráficos de Nvidia. De materializarse, no solo diversificaría sus proveedores, sino que podría aliviar a largo plazo la estructura de costes de su infraestructura de IA—una posibilidad que los inversores más preocupados por los márgenes reciben con esperanza.
Realidad Labs: la división problemática
La división de hardware, Reality Labs, continúa siendo un lastre para las cuentas. Pese al éxito comercial de las nuevas gafas Ray-Ban, la unidad registró en el último trimestre una pérdida operativa de 4.400 millones de dólares, manteniendo una tendencia que preocupa a los analistas.
Conclusión: fuerza y vulnerabilidad
Meta exhibe una solidez envidiable en su negocio publicitario central, pero camina sobre una cuerda floja. La combinación de inversiones extremas y presión regulatoria pesa sobre su cotización, que acumula una caída de aproximadamente el 4% desde principios de año. Para que se produzca un cambio de tendencia sostenible, Zuckerberg necesita demostrar que su apuesta billonaria por la inteligencia artificial es más que un experimento faraónico.
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