La tranquilidad sigue siendo esquiva para Intel. Aunque sus acciones experimentaron una leve recuperación el viernes, cerrando en 29,94 euros con una subida del 2,6%, la compañía se enfrenta a una tormenta perfecta de desafíos. En el centro de la polémica surgen acusaciones de robo de secretos industriales que podrían desencadenar un complejo litigio con su principal competidor, TSMC.

La sombra de la investigación judicial
Las miradas se dirigen hacia Taiwán, donde la fiscalía ha iniciado una investigación formal sobre la posible transferencia de datos confidenciales a la empresa estadounidense. El foco recae sobre Lo Wen-jen, un directivo recientemente contratado por Intel que anteriormente trabajaba para TSMC, el líder indiscutible del sector.
Lip-Bu Tan, CEO de Intel, se ha visto obligado a salir al paso de las imputaciones con un contundente desmentido. "Respetamos escrupulosamente la propiedad intelectual", declaró el máximo responsable en un intento por calmar las aguas. Sin embargo, el timing no podría ser más desfavorable para la corporación, que busca ganar terreno en el negocio de fundición de semiconductores.
Incertidumbre legal y financiera
Más allá de las repercusiones legales, un proceso judicial prolongado podría dañar significativamente la reputación de Intel y complicar su estrategia de captación de talento especializado. Este escenario emerge justo cuando la empresa intenta arrebatar cuota de mercado a TSMC mediante agresivas inversiones en su división de fabricación (IFS).
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Precisamente sobre esta división pesan serias dudas analíticas. Citi ha expresado escepticismo sobre su potencial rentabilidad, sugiriendo que clientes clave como Apple o Qualcomm podrían limitarse a utilizar los servicios de empaquetado de chips de Intel, evitando encargar la más lucrativa fabricación de obleas. Esta situación pondría en entredicho la viabilidad de las cuantiosas inversiones realizadas en los últimos años.
El factor geopolítico: restricciones y dependencia
Paralelamente, Intel se enfrenta a crecientes presiones políticas desde Washington. La posible aprobación del "Chip EQUIP Act" introduciría nuevas complicaciones en sus cadenas de suministro. Esta legislación prohibiría a los receptores de fondos gubernamentales adquirir equipamiento chino durante un período de diez años.
Para una empresa que depende significativamente del "CHIPS Act" y del apoyo estatal, esta medida supondría un incremento en los costes de adquisición de maquinaria para procesos menos críticos, reduciendo aún más su margen de maniobra financiero.
El camino hacia la recuperación total parece empedrado de obstáculos. Mientras Intel no demestre éxitos concretos en su crucial proceso de fabricación "18A", y mientras persista la nube de sospecha sobre prácticas de espionaje industrial, su cotización seguirá sujeta a la volatilidad de los acontecimientos jurídicos y políticos. La frágil recuperación del viernes podría evaporarse rápidamente si se confirman los indicios de la investigación taiwanesa.
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